miércoles, noviembre 02, 2005

ELLA


Llevaba el cabello oscuro a la altura de los hombros. O apenas un poco más.
Si se sentía feliz se le volvía suave y se le hacían pequeños rulos o bucles cómplices, entonces ese día, se sabía, iba a ser especial.
Cuando ganaba la tristeza una masa sin forma, ni brillo, ni ganas, revelaba las lágrimas silenciosas derramadas en la oscuridad de la noche.
A veces al llegar de la escuela la veía de espaldas, con el cabello recogido hacia atrás y anudado con un broche que terminaba dándole terribles dolores de cabeza. Entonces sentía que los problemas sobrevolaban el aire aún cuando disimulara con aquella sonrisa que ponía al servirle la chocolatada de la tarde.
Pero cuando Ella cocinaba... Ah! Entonces su cabello cobraba vida propia y se iluminaba estallando en aromas y brillos de colores, jugando suelto a revolver ollas con las manos y probar condimentos con cada mechón que se mecía sensual de lado a lado.
Entonces Shepo sabía que su mamá tenía el alma grabada en su cabello.