jueves, noviembre 17, 2005

Parir

Pero la madre tampoco dejaba ir...
No deseaba soltar su crío, ni permitirle elegir por temor a no volverlo a tener en sus entrañas. Sentirlo ir y venir dentro del vientre le habían devuelto el deseo de vivir, las ganas de recomenzar, el fin de la desprotección permanente creada en la imaginación por el mero hecho del desarraigo. La culpa cedió frente al niño que, seguramente varón, devolvería al prófugo, trayendo consigo el perdón de los ancestros y la reconciliación vincular desde el otro continente.
Shepo llegó al mundo para ocupar un lugar único que lo convirtió en un centro alrededor del cual giraban los miembros de su casa, para garantizarle que nada le faltaría, porque finalmente su función masculina como continuador y portador del apellido paterno lo convertía en heredero absoluto de los dones familiares. Su existencia generó la excepcionalidad que su madre sentía respecto de él colocándolo en el lugar del favorito.
Fue un príncipe sin tierra con el homenaje natural que recibe el "unico y diferente", del que no se espera nada mas maravilloso que su propio devenir.
Entonces parir fue simplemente colocarse en el mundo desde un nuevo lugar en el que la vida no volvería a ser nada de lo que fue antes de aquel mágico instante en que ese bebe vió la luz y luego de la primera bocanada de aire reconoció en una piel tibia el olor dulce y meloso del amor de su mamá. Que lo acompañaría por siempre...

Abril@