sábado, abril 01, 2006

Soltar

Y hoy que alcanzo a ver un poco mas claro suplico perdón a la madre por mi torpeza. Por no haber podido. Por no haber sabido. Por no entender. A tiempo
Por conservar mis ojos cerrados sin alcanzar a comprender la totalidad del abismo de Shepo. Por la selectividad de mis sentidos que me engañaron sin demasiado esfuerzo. Hartos de confrontaciones anteriores.
Por respirar mis propios miedos al momento de la realidad evidente. Por no preguntarme más, intuyendo supuestas respuestas de antemano. Negándome a percibir y exigir sobre tantos espacios vacíos, minimizando el sentido primordial de cualquier intercambio vital.
Por ocultar las pistas, escogiendo sólo las señales con las que mi ser coincidía, deteniendo el impulso y cancelando toda intuición, aún la punzante que atacaba en las horas mas oscuras.
Pido perdón a la madre por no haber podido ayudar al hijo. Por mi limitación personal y mi entendimiento escaso que me dejaron flotando sola entre mis confusos sentimientos en estado puro. Por la incapacidad que disfrazó como un calmante la desagradable sinceridad de lo manifiesto. Por dejarme caer en el dolor de mi propia revolución silenciosa. Por juzgar al hijo apegada a su sombra, sacrificándolo por encima de sí mismo.
Reconozco que vacilé tontamente, errando al penetrar en su esencia, entremezcando . Indagué superficialmente, apenas una imagen. Difusa.
Amé en pasado. Por aquello que ambas sabemos que fue. Alguna vez. Me tentó mi alma y lo que aquellos ojos dejaron en ella al separarnos con aquella muerte, hace siglos. Desconcocí las lecciones aprendidas. Convalidé las sensaciones aumentando los sonidos de manera inadecuada.
Por mi incapacidad en la visualización del Mandala, su errónea y dispersa interpretación, el escaso criterio con el que alcancé a manejarme, la tibia compasión con que enredé los mensajes corrompiendo la sabiduría que tanto anhelaba antes de aquel momento.

Pido perdón a la madre y temo la infinitud de su dolor.
Me declaro incompetente en forma total y absoluta.
Percibí al hijo sólo en tanto su relación con mi alma en un tiempo que confundido en su circularidad no refleja el camino lineal de este tiempo en el que necesitabámos encontrarnos.
Me aferré al objeto sin permitirle fluir por temor a volver a perderlo y permití que la ilusión de permanencia creara en mi alma una sensación vana de inmortalidad estática.

Lo observé con aquella mirada antigua, que era casi una contraseña donde nos volvíamos enteramente uno como si el resto no existiera. Entraba emocionada en la profundidad de aquellos ojos como si cada ingreso fuera el último, tal vez porque alguna vez así fué. Su aroma escapando entre sus labios me mareaba convirtiendo en puente privilegiado cualquier sensación corpórea.
Todo bastaba en la felicidad del abrazo regresado. Falsas las premisas, sincero el intercambio, insuficiente siempre. Profecía cumplida en el punto que pasaba como el más desapercibido impidiendo la despedida final.
Viví en Pasado. Soñé en Futuro. Desestimé todo Presente.
Pido perdón a la madre. Y me lo permito a mí misma...
Por capitular en vida, rindiéndome lenta e implacablemente, renunciando a la lucha antes del tiempo establecido, quién sabe cansada por el destrato, vencida en el desamor, desprotegida entre tanta ausencia. Sóla y descalza, sin sentido común, abrazando mi propio sueño.
Por permitirle al Deseo

ocupar el lugar iluminado
y silencioso
del Desapego.
Por mi negligencia al momento de descorrer los velos.

Por la falta de entereza en el instante final.
Por la complicidad que aceleró los plazos.
Por no contar todo lo que me fuera revelado

y equivocar las formas.
De corazón pido perdón a la madre.
Abandono el camino.
Desestimo mis percepciones.
Entrego a otros mis procesos.
Escapo de todas mis experiencias.

Me desentiendo de mí misma.
Por no haber podido. Por no haber sabido. Por no entender a tiempo.

Abril@